divendres, 13 de novembre del 2009

Me gusta Facebook, ...

Abro la prensa, la de siempre, la de papel.
Abro la prensa, la de ahora, la digital.

En la primera, editoriales y cartas al director. Todos identificados con nombre y apellidos.
En la segunda cientos de comentarios anónimos ‘opinan’ sobre las noticias. Anónimos o con pseudónimos ¿qué más da?.

Perplejidad. ¿Por qué la prensa en papel exige tanta identificación? ¿Por qué los mismos medios en formato digital permiten el anonimato?.

Creo en la libertad de expresión. Siempre, hasta las últimas consecuencias. Pero esa libertad no lo justifica todo.

Respeto al que me critica y opina sobre mí. Defiendo poder criticar y opinar libremente. Pero esa reciprocidad se rompe con frecuencia si quien opina lo hace tras el pasamontañas del ‘nick’ o del anonimato. El debate es desigual cuando desconocemos al ‘oponente’ dialéctico.

El periodista puede informar sin revelar sus fuentes. Faltaría más. Aunque la fuente sea anónima, el profesional o el medio asumen la responsabilidad de dar credibilidad a la información que reproducen.

Pero, ¿que ocurre ahora?. Estamos ante la explosión y expansión de un nuevo fenómeno: blogs, foros, webs, redes sociales, ... Estamos asistiendo –protagonizando- una revolución en la forma de comunicarnos, posiblemente sin ser conscientes de algunos riesgos.

Aquello que leemos no siempre informa ni aporta conocimiento, ni debe ser siempre asumido cómo cierto. Os recomiendo la lectura de este artículo del diario El País: El 70% de los internautas se cree los bulos.

A diario nos enfrentamos a una sobredosis de comunicación que proviene de fuentes anónimas o bajo un pseudónimo.

Primer riesgo: el excesos de mensajes no permite tener tiempo ni capacidad suficiente para filtrar, decodificar y asimilar todo lo que le llega.
Segundo riesgo: el anonimato previsiblemente es la antesala de una noticia difícilmente contrastable.

Cuantas veces os han dicho una frase que comienza por:
‘Me han dicho que,...’
‘¿Te has enterado de ..?’
‘Alguien que sabe de lo que habla afirma que, ...’

¡Vamos!, tres ejemplos de cómo el inicio de una frase son el preludio de una más que probable gran mentira.

¿Qué intención tiene quien no da la cara para opinar?. Nunca lo sabremos.

Estos últimas semanas he comenzado a ‘activarme’ en la red. Escribo en el blog, me he creado un usuario en el facebook, en twitter, ...

El anterior fin de semana estuve en casa por temas de salud (nada grave). Lo aproveché para navegar por diversos blogs y webs, unos de ámbito local, otros de amigos y compañeros.

Me había prometido no hacerlo, sobre todo desde que hace unos meses llegaron a mis manos algunos artículos escritos en la población.

Lo siento no he cumplido mi promesa.

Después de lo visto no solamente me lo vuelvo a prometer, si no que me lo pienso imponer.

Vaya por delante mi respeto a los que opinan de forma abierta e identificándose, aunque no comparta sus escritos. Pero tengo que decir que los pelos de la cabeza (especie en extinción en mi caso) se me pusieron de punta ante tanta salvajada. Ya sé que la palabra puede no ser políticamente correcta, pero he leído auténticas salvajadas.

El periodista que no revela sus fuentes es responsable de la información que publica. ¿El blogero que permite comentarios anónimos es responsable de los comentarios que anónimamente se vierten en su blog?

Yo creo que también, por acción, por omisión o simplemente por consentimiento.
Son responsables por fomentarlos o por permitirlos.

Me resulta indigno que en una sociedad donde nos podemos expresar libremente se utilice o se dé amparo al anonimato, para dar cobertura al ‘panfleto en formato digital’.

Además el anonimato en los blogs abre muchas incógnitas y alguna sospecha.

¿El propio autor/a del blog puede estar interesado en fomentar el debate para generar atención en sus páginas, o para decir aquello que no se atreve a firmar?
¿El propio autor/a o algún correligionario puede introducir comentarios suplantando la posición de un hipotético ‘rival’ para generar animadversión hacia un tercero?
¿Se puede contrastar que aquel que se esconde detrás de un anónimo no actúa por intereses particulares o partidistas -legítimos o no-?

A los políticos se nos debe exigir trasparencia, rigor e informaciones contrastadas. ¿Sólo a nosotros?

Yo no permito -ni permitiré- comentarios en mi blog. Si llega un anónimo no podré contrastarlo. Y no querré debatirlo.

Si no lo publico seré tachado de censor. Odio la censura. La actitud del censor es deplorable. Pero también es lamentable la actitud del que escudado en la libertad de expresión, luego se refugia en el anonimato para difamar, mentir o calumniar.

Al igual que tampoco me parece coherente la actitud de los que se escudan en un tibia crítica del estilo ‘querido anónimo, mantenga el respeto’. Eso no basta.

Por eso me gusta el Facebook (del ingles Face:cara y book:libro). En FB (libro de caras o de retratos) la gente deber dar la cara e identificarse para hablar.

Y a los que crean perfiles falsos se les ve rápidamente el plumero.

Después de 5 artículos en esta nueva etapa del blog, he recibido bastantes visitas pero muy pocos comentarios a mis artículos a través de Facebook.

Quizás cómo Alcalde no genero atención, escribo mal o mis artículos no interesan.

No os pido que leáis mis artículos. Pero si lo hacéis (a pesar de la cantidad de cosas más interesantes que ofrece la vida) no tengáis ningún pudor en comentarlos abiertamente.

Os espero en Facebook.

PD. Hay quien va por lana y sale trasquilado