Un recuerdo de la adolescencia. Sonaba la bocina. Nos lanzabamos a por el coche que más nos gustaba o más corría. Música, gritos, luces. Unos bajaban, otros subían. De nuevo sonaba la bocina. Comenzaba un movimiento anárquico, caótico, frenético, de frente o hacia atrás, a derecha o a izquierda. No importaba. Sin carriles, sin señales, sin dirección concreta y sin orden. Choques, giros, risas. ¡Ruido y movimiento! ¡Cuánto más, mejor! Sin normas teóricas ni prácticas, sin reglas.
Años después aprendizaje. Teórica y práctica. Cinturón, espejo, freno de mano, primera y arrancamos. Un año de novato. Circulación ordenada, por carriles señalizados, sin salirnos de la calzada. La velocidad limitada. Las señales nos recuerdan unas normas estrictas. La imprudencia se paga. Hacer lo que nos plazca ¡ni locos!. Orden y control.
Años después aprendizaje. Teórica y práctica. Cinturón, espejo, freno de mano, primera y arrancamos. Un año de novato. Circulación ordenada, por carriles señalizados, sin salirnos de la calzada. La velocidad limitada. Las señales nos recuerdan unas normas estrictas. La imprudencia se paga. Hacer lo que nos plazca ¡ni locos!. Orden y control.
Prudencia y responsabilidad. Lógica y previsión. Lo que tenemos entre manos, lo que estamos haciendo, es serio, muy serio.
Al volante de los autos de choque hacemos lo que queremos. Nos hace sentir que somos libres, muy libres. No hay control. ¡Qué divertido!
Al volante de un vehículo, en la carretera: cientos de normas. El ‘sistema’ nos vigila, nos controla y nos limita. Debemos también autocontrolarnos. ¡Cuánta disciplina y que rigidez!
¡Pero qué paradoja! ¿Dónde está la verdadera libertad?
En los autos de choque nunca salimos de los 10x20 metros de la pista. Los límites son infranqueables. No vas a ningún lugar. La diversión es efímera y breve. Tan breve cómo decida el señor que controla la duración del viaje.
La libertad es ficticia.
Viajando en coche he conocido Asturias, Andalucía, Madrid, Valencia, Cantabria, la Costa Brava y la Costa Daurada, los Pirineos, ... Cumpliendo las normas –las escritas y las implícitas-, antes o después, y sin prisas, siempre he alcanzado el destino deseado.
La libertad es real.
Todo tiene su momento en la vida. Me gustaban-y mucho- los autos de choque. Pero aún no logro entender cómo algunos que tuvieron ocasión de compartir con nosotros el volante de La Llagosta quisieron conducirla cómo en los autos de choque.
Lo más preocupante es que continúan empeñados en el intento de hacernos creer que todo vale, que la vida es una feria. Mientras, ponen la música a todo volumen y generan el máximo ruido para convencernos de que su ‘libertad’ es la única posible.
PD. Cómo decía el anuncio de la famosa marca de coches ‘Me gusta conducir’.
